Para empezar os diré que he vuelto con el cornudo consentido
de mi marido, total, si consiente y además me mantiene, mejor. El muy cornudo se
excitó leyendo mi relato y además nos sentábamos juntos a leer vuestros mensajes
y se ponía muy cachondo leyéndolos, casi mas que yo.
Con algunos he tenido charlas muy buenas y calientes y nos
hemos intercambiado fotos incluso. Un día nos llegó uno mas fuerte que todos,
incluso parecía que quería molestarme, pero al contrario, me calentó de una
manera insospechada.
El mensaje decía: "Eres una zorra como seguramente lo es tu
madre, seguro que te has follado a todos los chulos de tu madre y se la has
chupado a todo tu barrio, golfa, mándame una foto para ver si vales para puta y
me pueda correr en ella yo y mis amigos".
Su grosería me puso muy cachonda a mi y a Carlos (mi marido)
y decidí mandarle la foto. Al día siguiente me respondió, había pasado la foto a
papel y se habían corrido sobre ella.
Había abundante leche, por lo que me supuse que lo había
hecho mas de una vez, aunque él me decía en el mensaje que era suyo y de sus
amigos, además me invitaba a pasar un fin de semana con él mandándome el nombre
de su ciudad y el pub donde solía ir.
Mi sorpresa era que vivía a pocos kilómetros, incluso conocía
la discoteca. Le oculté a mi marido este mensaje y le respondí que iría el
siguiente fin de semana y que me conocería porque llevaría la falda roja mas
corta que había visto jamás. A mi marido le dije que saldríamos ese fin semana a
tomarnos unas copas, ya que hacía mucho tiempo que no lo hacíamos.
Llegó el Viernes y me puse lo que tenía pensado , un
sujetador y bragas de tanga rojas, una camisa blanca, la minifalda y los zapatos
rojos, igual que el carmín de los labios.
Mi marido me dijo al verme que le daba un poco de vergüenza
que me vieran con esas pintas, que creerían que iba con una puta, a lo que yo le
contesté que eso es lo que era.
El camino se me hizo muy corto, porque en el fondo creía que
me estaba pasando un poco en ir en busca de un desconocido al que le gustaba
humillarme, pero a la vez la idea me ponía a mil. Por el camino Carlos me
preguntó que como es que había decidido ir allí. Le dije que me habían hablado
muy bien de ese sitio y no sospechó nada. El pobre, además de cornudo, cada vez
me parecía mas imbécil.
Llegamos al pub y le dije que si sentía vergüenza de mis
hechuras que no fuese a mi lado, que fuese a un quiosco que había cerca a
comprar tabaco mientras yo buscaba un sitio dentro. Solo era una excusa para
entrar sola.
Había un portero que dejaba pasar solo a quienes le parecía
bien. Conmigo no tuvo ningún problema, ya que incluso me dedicó alguna frase ,
entonces me acerqué a él y señalándole a mi marido que estaba comprando, le dije
que me hiciera el favor de no dejarle pasar hasta dentro de media hora, a lo que
me respondió que lo que yo quisiese, a la vez que rozaba mi culo con su mano.
Le cogí la mano y me la pegué fuerte sobre mi culo. Debido a
lo extremadamente corta de mi falda, sus dedos tocaban mis bragas que empezaban
a humedecerse, le di las gracias sonriendo, a lo que me respondió que ya me
buscaría mas tarde.
Entré en el local, me quede parada en la puerta, empezaron a
girarse cabezas para mirarme a la vez que sonreían y susurraban posiblemente
sobre mi forma de vestir. Me entraron dudas y estaba decidida a irme, cuando de
una mesa que había al lado de la puerta se levantó un hombre que estaba
acompañado de varios amigos.
Intuyo que sospechó mis intenciones por lo que se acercó
rápidamente, me miró el cuello. Un colgante de oro con mi nombre me delataba. Me
agarró fuertemente por el culo con las dos manos, lo que provocó que casi la
mitad quedara a la vista. Me giró para que todos me vieran y comenzó a besarme
en los labios de manera desenfrenada. Su lengua parecía querer tocar todos los
puntos de mi boca.
Se separó y me dijo: "Creo que me quedé corto con lo que te
decía en los mensajes. Vamos, te presentaré a mis amigos, ellos no creían que
vendrías".
No dije ni una sola palabra, creo que no podía. Mientras me
acercaba a la mesa y veía a los que allí estaban sentados, me desilusioné un
poco, creía que serían mas jóvenes. Tenían entre 40 y 50 años. Antonio, que era
como se llamaba este hombre, me confesó mas tarde que tenía 43 años aunque no lo
parecía.
Todo el camino hasta la mesa la mano de Antonio la llevaba
debajo de la falda, hundiéndome las bragas entre los labios del coño. Cuando
llegamos me presentó diciendo: "Aquí tenemos a nuestra zorra Sara".
Todos empezaron a reírse poniendo cara de salidos. Uno a uno
fueron presentándose, dándome un beso en los labios y tocando donde podían.
Todos los tíos del pub no dejaban de mirarnos. Me invitaron a sentarme y me
pidieron una copa.
Me senté entre Antonio y Juan, el mas viejo de todos por su
apariencia, creyendo que sería el más controlado de todos y me equivoqué, ya que
al sentarme puso su mano debajo y empezó a intentar meterme el dedo. Le dije que
me hacía daño con el elástico de las bragas y me dijo:
"Eso tiene solución, golfa".
Se puso delante de mí y ante mi sorpresa metió las manos por
los lados, cogió los lazos de las bragas y tiró con fuerza arrancándolas de un
golpe.
Empezaron todos a reírse y a pasarse las bragas unos a otros,
mofándose y oliéndolas. Yo estaba petrificada y a la vez me retorcía de gusto.
Antonio me metió la mano por detrás de la blusa, me
desabrochó el sujetador, intenté pararlo pero Juan me agarró las manos.
Entonces, al ser sin tirantes, me lo quitó y volvieron a hacer lo mismo que con
las bragas.
Estaban un poco bebidos, por lo que estaban perdiendo el
control y empecé a asustarme. Antonio fue a la barra a pedir otra ronda y Chema
se sentó a mi lado. Se me acercó al oído y me dijo si tenía calor. Estúpida de
mí le dije que sí, por lo que me respondió:
"Desabróchate un poco la camisa".
No quería llevarle la contraria, me quitó los tres primeros
botones dejando la canal de mis pechos al aire, me pareció demasiado y me los
abroché, pero Juan me dijo desafiante:
"No quieras dártelas ahora de retacada, guarra".
Me jaló de los lados de la camisa rompiéndome los cuatro
primeros botones, por lo que casi quedaban mis pechos al descubierto. En ese
momento miré al frente y estaba Carlos mirándome fijamente, lo notaba excitado,
incluso se tocaba con la mano los huevos, parecía que la situación le gustaba.
Me levante y Fede me agarró por la falda tirando
fuerte, por lo que las dos pequeñas rajas que tenía mi falda se convirtieron en
dos rajas que llegaban por encima del coño.
"¿Dónde vas?", me dijo creyendo que me marchaba. Entonces, le
dije que iba al baño, contestándome que si no volvía pronto irían a por mí.
Tuve que cruzar una pequeña pista de baile que estaba llena
de gente, todos los tíos me decían guarradas al pasar, incluso algunos me metían
mano, sabían lo que estaba haciendo y que no diría nada. En la puerta del baño
me encontré con el portero y me dijo:
"¿Te lo estás pasando bien con esos viejos?. Si quieres aquí
tienes algo mas joven".
La verdad es que estaba muy bien, era joven y musculado, como
suelen ser los porteros de las discotecas. Esperaba la cola para entrar en el
baño cuando de pronto el portero me cogió por la muñeca y me metió en el de
hombres con él, cerró la puerta con pestillo, me sentó en la taza del water, se
sacó su enorme polla y me la metió en la boca mientras me insultaba como si se
hubiese vuelto loco.
Notaba mi culo mojado de los restos de orines que los tíos
suelen dejar en el filo, lo que en situaciones normales me daría asco ahora me
excitaba, se oían los gritos de los tíos gritando desde fuera que me follase, se
corrió enseguida, su caliente leche me salía por los lados por lo abundante pero
lo demás me lo tragué porque estaba riquísima.
La verdad es que esperaba mas, pero se fue rápidamente
dejándome en esa situación, cuando de pronto entró otro hombre. Era Carlos.
"¿No crees que te estás pasando, puta de mierda?", me gritaba
mientras que a la vez empezó a besarme y pasaba su lengua por los restos de
leche de mi cara.
"Recuerda que cuando termines con esos viejos me toca a mí".
Salí del baño y ya estaba Antonio esperándome fuera, los tíos
que había en la cola no paraban de decirme cosas y de tocarme, Antonio me cogió
de la mano y me llevó a la mesa donde le dijo a los demás que nos fuésemos o se
iba a formar algo allí dentro.
Me monté en el coche de Fede junto a Antonio, detrás Esteban,
Juan y yo, los otros tres iban en otro. No esperaron siquiera a arrancar y ya me
habían quitado la ropa a jalones rompiéndola en pedazos y tirándola por la
ventanilla. Iban tocándome por todos lados con mucha violencia, incluso me
hacían daño pero me gustaba cada vez mas.
Llamaban a los tíos que pasaban por la calle para que me
viesen, incluso les regalaron mis zapatos a una chica que pasaba en un
paso de peatones en el que paramos.
Cuando estábamos a unos cien metros de la casa de Juan, que
era el que vivía solo, pararon el coche, esperaron a que llegase el otro y me
dijo Fede:
"¿Ves el bloque del fondo de color beige?, allí vive Juan en
el 4º derecha, allí te esperamos".
Y sin dejarme decir nada me dejaron totalmente desnuda en
plena calle y se fueron riéndose. El camino se me hizo eterno, porque a pesar de
la hora había algunas personas y coches circulando que aprovechaban para decirme
cosas al pasar por mi lado.
Llegué a la casa de Juan sin aliento, empapada en sudor y me
estaban esperan todos desnudos en el salón.
Me abrió Fede, que fue el que me dijo que fuese donde estaban
todos a cuatro patas, yo obedecía, me llevaba cogida por el pelo como si fuese
una perra que es como realmente me sentía. Entre todos formaron un círculo,
excepto Alberto, que estaba sentado al lado de la ventana con la ropa puesta
pero sin perder de vista el espectáculo.
Me pusieron en el centro del círculo y comencé a chupar las
seis pollas que se acercaban a mi cara, se peleaban entre ellos para metérmela
en la boca, no daba abasto, un fuerte olor a orín se me acumulaba en la nariz
por la falta de higiene de alguno de ellos, pero no importaba, estaba dispuesta
a limpiarles con mi lengua.
Algunos empezaban a soltar esa aguilla salada antes de
correrse, otros me escupían en la boca a la vez que me tragaba sus pollas
enrojecidas por la excitación.
No podían aguantar mas, me tumbaron en una mesa que me dejaba
a la altura de sus cinturas y empezaron a follarme como desalmados cambiándose
cada poco tiempo para aguantar mas.
No se quien, porque mi cabeza estaba ocupada chupando todo lo
que se acercaba por mi boca, me dio la vuelta, me escupió en el culo, me
introdujo tres dedos y luego me la metió hasta los huevos de un golpe.
Era el nuevo juego, todos probaron mi culo, seguían cambiando
mientras le limpiaba las pollas de los restos de mi culo que en ellas iban
quedando.
Antonio se tiró al suelo y me tumbó encima, por fin me la
volvían a meter en el coño. Fede se tumbó encima mía y me la metió por detrás,
esto hizo que llegara otro orgasmo que ya no sabía que numero le pertenecía los
otros cuatro hicieron otra dos parejas y copiaron a los anteriores.
Empezaba a estar dolorida hasta que por fin se fueron
corriendo dejándome llena de leche por los dos agujeros. Me levanté creyendo que
todo se había terminado, cuando se levantó Alberto, se bajó los pantalones y
dejó ver la poya mas gorda que jamás pude imaginar, no era demasiado larga, 18
centímetros me confesó mas tarde, pero muy gorda con muchas venas que resaltaban
aun mas su grosor.
"Ahora es mi turno, te voy a abrir tu culo golfa, hija de
puta", me dijo riendo acompañado por los ánimos de los otros que lo jaleaban.
"¡No, por el culo no por favor!, no te voy a dejar", le dije
asustada. Pero no sirvió de nada, me agarraron los demás, me pusieron encima de
la mesa sujetándome por los brazos y abriéndome las piernas. Él se subió encima
mía sentado sobre los pechos, me puso la polla en la boca y la verdad es me
apetecía chupársela pero casi no me cabía.
Mientras me la metía, no paraba de insultarme, me escupía en
la boca y me daba tortas en la cara. Se dio la vuelta, puso su culo en mi boca y
me dijo que le metiese la lengua, cosa que hice porque había conseguido volver a
excitarme.
Se bajó, se puso entre mis piernas y me la metió en el coño,
la sacó y de un golpe me la metió en el culo hasta que sus huevos tocaban mis
nalgas. A pesar de que la leche que tenía de los otros me ayudó a suavizar, di
un grito de dolor que se convirtió en gusto en la tercera empujada, la volvió a
sacar y me la volvió a meter en el coño, y luego repitió en el culo así durante
casi un cuarto de hora.
Los demás veían que ya no necesitaban aguantarme ya que no
paraba de gemir de gusto, lo que les excitó de sobremanera. Alberto terminó
corriéndose en mi culo y los demás me tumbaron en el suelo y se pajearon,
haciéndome tragar la leche de todos, incluso me hicieron chupar las gotas que
cayeron en el suelo.
Me quedé tumbada en el suelo, estaba destrozada, ellos se
vistieron y se fueron marchando sin despedirse siquiera. Juan me dejó
llamar por teléfono a mi marido, le expliqué mas o menos donde estaba la casa y
cuando llegó le estaba esperando en el portal, ya que Juan me echó enseguida
cuando se enteró que mi marido estaba en la discoteca y lo vio todo.
Carlos estaba sorprendido viéndome montarme desnuda en el
coche, me preguntó por la ropa y le conté lo que me pasó. Me dijo que eso me
pasaba por puta y que me debería dejar allí como estaba, pero a la vez estaba
tan excitado el muy cornudo que tumbó el asiento para detrás y empezó a chuparme
el coño y el culo tragándose la leche que todavía salía por mis agujeros.
Se tumbó y me folló como nunca lo había echo antes,
chupándome la cara y llevándose los restos que quedaban secos, aunque yo echaba
de menos la polla de Alberto, que desde aquí le digo que me tiene cuando quiera.
Tal vez algún día vuelva a quedar con ellos, que aunque
mayores se portaron como unos chavales, pero esta vez será en mi casa.
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