Esta
historia ocurrió hace varios años, la cuento porque necesito
sacarla de mi interior, hacerla pública preservando la intimidad de
mi familia. Mi nombre es Flavia y el de mi esposo Ezequiel, nosotros
nos conocemos de muy chicos y recién en el colegio secundario nos
pusimos de novios, él fue mi único hombre y con quien perdí mi
virginidad, nunca le fui infiel. Nuestros padres se conocen de
jóvenes de participar en las actividades de la iglesia del barrio,
tal vez por la educación que nos fue inculcada, es que somos muy
conservadores en cuanto a la moral y las buenas costumbres.
Mi
esposo es Martillero Público y dueño de una inmobiliaria, gozamos
de un buen nivel económico que me permite dedicarme exclusivamente a
las actividades de mi hogar.
Los
dos tenemos 29 años, él es de estatura promedio, tez blanca, ojos
claros, rubio, con algo de barriga, todo lo contrario a como soy,
pues yo cuido mi silueta con bastante actividad física, dejando la
modestia de lado me considero atractiva y siempre me he cuidado
físicamente, mido 1,72 mts de altura, soy morocha de ojos verdes, mi
cabellera es ondulada y pasa los hombros, delgada, mi cola es redonda
y bien parada y mis tetas son pequeñas pero puntiagudas, los amigos
de mis amigos dicen que soy bonita jijiji.
Durante
un tiempo con mi marido nos cuidábamos naturalmente para que yo no
quedara embarazada, hacíamos el amor cuando mis días no eran
fértiles y cuando se acercaba la fecha él me acababa afuera, pero
cuando decidimos agrandar la familia intentamos por casi dos años,
sin lograr que tengamos un bebé, por tal motivo consultamos un
médico especializado en fertilidad, hicimos incontables tratamientos
sin éxito alguno, Ezequiel sufre de espermatopenia, produce muy
pocos espermatozoides lo que dificultaba mucho mi embarazo.
Luego
de muchos esfuerzos y de gastar una suma considerable de dinero,
caímos en una profunda depresión, nuestras peleas eran cosa de
todos los días, si bien en palabras nunca le recriminé que no
pudiera preñarme, en cada discusión en mi mente estaba la idea de
que era poco hombre.
Antes
de probar la inseminación artificial, nuestro doctor sugirió que no
mantuviéramos relaciones sexuales por ochenta días para que los
testículos de mi marido estén cargados con la mayor cantidad
posible de espermatozoides y durante ese tiempo los dos hicimos un
tratamiento hormonal.
Entre
la abstinencia sexual y las hormonas, los días se me hicieron
larguísimos, andaba muy excitada, frecuentemente compraba en la
verdulería pepinos largos y gordos para masturbarme en la soledad de
mi casa, así mitigar un poco mi calentura.
Mi
marido estaba harto de comer ensalada de pepinos en el almuerzo y
cena, pero le decía que me habían dicho que era un tratamiento
casero para aumentar mi fertilidad jajaja.
El
final de ochenta días coincidía con mi ovulación y en el almanaque
marcamos esa fecha con un círculo rojo y la llamábamos el día “D”.
En
esos días sorpresivamente nos enteramos que Rodrigo, había comprado
la casa de la esquina de nuestra cuadra y lo teníamos de vecino. Él
era un viejo amigo de mi marido, fue su socio en la inmobiliaria
hasta que una disputa de dinero puso fin a su amistad y sociedad.
Rodrigo argumentaba que Ezequiel había vendido una propiedad por una
suma mucho mayor a la que le figuraba en los libros contables, o sea,
que le estaba robando ganancias, desde ese día nunca más se
hablaron.
Mi
marido estaba que se lo llevaba el demonio, decía que Rodrigo lo
hizo a propósito para cagarle la vida, habiendo tantas casas justo
eligió la de nuestra cuadra para mudarse.
La
verdad que conmigo Rodrigo siempre fue muy afectuoso, recuerdo que
alguna vez se me insinuó, pero al otro día me pidió disculpas y
dijo que fue porque en la fiesta había bebido demasiado alcohol. Él
es un hombre grandote, muy musculoso y seductor, con un gran sentido
del humor, un soltero empedernido que siempre estaba rodeado de
bellas mujeres.
Con
el correr de los días me encontraba seguido con él en el
supermercado, las panadería y otros lugares de compras y siempre
educadamente me saludaba. Una tarde a la salida de un negocio la
bolsa de compras se rompió y la mercadería quedó desparramada en
la vereda, Rodrigo justo pasaba por ahí y muy gentil levantó las
cosas del suelo y con sus fornidos brazos me ayudó a traelas hasta
casa, para agradecerle lo invité a pasar, lo convidé con un café y
tuvimos una hermosa charla, a partir de esa tarde, encontré en él
alguien con quien poder conversar. Rodrigo al enterarse de nuestros
problemas, humanamente me aconsejó que no estuviéramos desesperados
porque genera mucha presión, siendo algo contraproducente, que
muchas parejas luego de cortar el tratamiento de fertilidad lograron
tener un hijo por estar más relajados.
Varias
tardes, sin que mi marido se entere, con su ex amigo nos juntábamos
a tomar un café y charlar, la casa elegida era la de él por si mi
esposo llegaba de improviso.
El
día “D” llegó y a la mañana me compre para lucir a la noche
zapatos de tacos aguja altísimos, un babydoll sugerente, muy
transparente, que me levantaba los pechos y debajo de ellos la tela
caía acampanada, con una gran abertura frontal, de largo llegaba
hasta el nacimiento de mis muslos, para cubrir mi vagina elegí una
tanga del mismo color tipo hilo dental, que apenas cubría por
delante mi depilada vulva y por detrás la tira se perdía entre mis
prominentes nalgas.
Alrededor
de las 19:00 hs me vestí con lo que compré a la mañana y comencé
a maquillarme, cuando me paré frente al espejo me vi muy puta y eso
me excitó bastante, debería estar en el puntó más alfo de mi
ciclo fértil y sumado al tiempo que no tuve sexo y las hormonas,
estaba que volaba, ni bien llegara Ezequiel lo violaría.
El
reloj marcaba casi las 21:00 hs y mi marido no llegaba, la comida se
estaba enfriando en la mesa y en el sillón su esposa estaba
ardiendo, para mitigar la espera me puse a beber vino y casi me había
terminado la botella, cuando llamé a mi marido al celular me dijo
que lo disculpara, pero que estaba cerrando una operación muy
importante, que iba llegar en un par de horas. Como se imaginarán lo
insulté con un repertorio digno de un vagabundo ¿Cómo era capaz de
poner al dinero antes que a su familia? Era nuestra última
oportunidad de concebir un hijo de manera natural.
Al
rato de cortar el timbre sonó y cuando abrí la puerta me encontré
con una botella de champaña y una tarjeta que rezaba “Para
acompañar la noche especial”, además de mi marido la única
persona que sabía del día “D” era Rodrigo, enseguida llamé
para agradecerle y sin poder contenerme empecé a llorar al contarle
que mi marido iba llegar como a medianoche, por sus negocios de
mierda, él dijo que vendría a hacerme compañía un rato, que no
debía llorar.
Me
puse una bata para cubrir mi casi desnudez, cuando llegó, me sentía
incomodaba por como me miraba, él sirvió dos copas de vino y me
daba la razón con mi enfado, me decía que Ezequiel era un usurero y
no se merecía tener una mujer como yo, que por una de mis lágrimas
Rodrigo sería capaz de regalar su automóvil. Seguimos hablando un
rato largo y para que no siga llorando él buscó un cd de música
lenta y me invitó a bailar en la sala.
Gracias
a mis tacos estábamos a la misma altura, él me rodeaba con sus
brazos y me apretaba fuerte, me miraba a los ojos , su boca estaba
muy cerca de la mía y en mi cara sentía la caliente exhalación de
su respiración al tiempo que su dura entrepierna se apoyaba contra
mi pelvis. Seguramente él estaría sintiendo a mis pezones erectos
puntear su pecho, mis tetas siempre fueron muy sensibles y al
percibir el roce de mi bata contra ellos mientras bailábamos me
volvía loca.
Mi
excitación me estaba jugando una mala pasada, las manos de él
empezaron a recorrer hábilmente todo mi cuerpo y al no recibir
oposición a sus actos, me besó, primero suavemente y luego con
pasión, la bata cayó y sentí su lengua entrar en mi boca y mi culo
ser amasado por sus manos. No puedo decir si fue el alcohol o su
masculinidad lo que me embriagó.
Cuando
él quiso abrir su pantalón para liberar su verga, con mis brazos en
su pecho a modo de palanca logré poner distancia entre nuestros
cuerpos.
- Es una locura lo que estamos haciendo... soy una mujer casada...
- Sos una hermosa mujer que necesita un macho, cada célula de tu cuerpo vibra cuando estoy cerca tuyo...
- Será mejor que te vuelvas a tu casa...
- Solamente si vos me acompañas...
Dijo,
jugando con mis tetas y derritiendome de placer.
Nuevamente
me abrazó y nuestras bocas se juntaron intercambiando saliva en un
beso interminable, mis piernas no podían sostener mi cuerpo
tembloroso, hacia mucho tiempo que no me sentía tan bien.
Las
tiras de mi babydoll no pudieron contener tanto entusiasmo,
desbordando mis tatas el escote, las yemas de sus dedos apretaban mis
pezones y los estiraban aun más, pronto fue la boca de él quien se
deleitaba con mis tetas, succionándolas y prodigándole una cantidad
de besos.
Él
sin perder tiempo se fue quitando la camisa, sus zapatos y
pantalones, quedando nada más en bóxer. Rogué que el tiempo se
paralizara, la idea que esto pudiera terminar con la presencia
imprevista de mi marido me ponía nerviosa, mi piel se erizó al
sentir sus labios subir hasta morder como un perro salvaje mi cuello.
Levantándome
en sus brazos como a una niña me preguntó:
- Amor, ¿Dónde queda tu habitación?
Contesté
indicándole con un ademan la dirección. Me depósito suavemente en
mi cama matrimonial, Ezequiel desde el retrato de bodas que estaba
sobre la mesa de luz, fue partícipe de como le bajé su calzón,
saltando como un trampolín una enorme verga gorda y venosa, muy
superior a la de mi marido, con una redonda cabeza babeante de
líquido preseminal, la admiré por un momento, con una mano sopesé
sus pesados huevos, los acaricié.
Lentamente
mi boca se fue acercando como en cámara lenta a su glande, cuando al
fin llegué a destino, me pinté los labios con su brilloso néctar y
probé el sabor de su virilidad, le sonreí y la punta de mi lengua
exploró la sedosidad de su piel, arrancándole gemidos en el momento
que mi lengua lo rozó, yo contuve el aliento y su cuerpo tembló,
mordisquee su gordo tronco juguetona, como pude engullí la pija
para mamarla, mis fauces no estaban acostumbradas a tener una presa
de semejante tamaño, al rato mi mandíbula se acalambró y me costó
acostumbrarme, no podía creer lo que estaba yo
haciendo, me sentía sucia con la infidelidad que se estaba
consumando, con la persona que más odiaba mi marido en el mundo,
pero no me importaba.
Rodrigo
apoyó sus manos en mi cabeza y con movimientos coitales hundía su
verga en la profundidad de mi garganta utilizando mi lengua como su
alfombra, por momentos me causaba arcadas, nunca antes una pija había
llegado tan lejos, con cada empuje mis labios estaban más cerca de
la base esa gorda polla sabrosa.
- ¿Alguna vez le chupaste la pija de esta manera a tu esposo?
Ante
la imposibilidad de hablar, respondí negando con mi cabeza.
- Que se joda por imbécil... ¿Cómo va a descuidar semejante tesoro con una boquita virginal?
Sus
palabras me motivaron a mamarlo con mayor energía.
- Pará por favor que me vas hacer acabar... uff...
Me
recostó, mis piernas quedaron colgando del borde de la
cama, pronto fueron separadas por él, y su boca humedeció mi vagina
por sobre la fina tela de la tanga de encaje, mis manos estrujaron el
cubrecama, la lujuria llegaba a niveles que nunca había
experimentado, tras un instante, me despojó de la sucinta prenda y
como antes sus labios se prendieron de mis pezones ahora lo hacían
con mi clítoris, ¿Cómo un hombre puede ser tan bueno en la cama y
entender a la perfección lo que desea una mujer?
En
las paredes del cuarto rebotaban mis gemidos, y en mi rosada gruta
unos dedos extraños para ella, ingresaban para escrutar su delicada
piel.
- Si querés que me detenga y nos olvidemos para siempre que esto alguna vez sucedió, es el momento para decirlo...
- Nooooooooo... ahhhh... por favor sigue... no te detengas... quiero sentir tu lengua en mi conchaaaaaah...
- Recordá que vos lo pediste...
- Siiiiiiiiii...
Mi
vagina estaba empapada, al tiempo que su pulgar masajeaba mi
capuchón, su lengua penetraba mi vulva como un fino estilete,
violentos espasmos movían mi vientre como el de una poseída, como
cinco minutos después de estar dedeándome y lamiendo mi conchita,
no pude soportar más y tuve mi primer orgasmo provocado por un
hombre que no era el que me llevó al altar.
Mi
depilada abertura emanó un caudal de flujo que su gentil boca tragó
gustosamente, luego le prodigó besos por todo mi periné antes de
volver a lamer despacio mi convulsionada vagina, al tiempo que me
sobaba con vigor las tetas.
- Ohhhh... se siente riquísimo... sigue... sigue...
Dije
arrimando su cabeza más a mi concha, mi excitación sexual iba in
crescendo con tanta estimulación, cada vez que su lengua jugaba con
mi clítoris un choque eléctrico recorría mi cuerpo acelerando mi
corazón y llevándome al éxtasis.
Estaba
como en un ensueño, volví a la realidad cuando Rodrigo estaba
arriba mío, besándome y su enorme verga entre mis palpitantes
labios vaginales pugnando entrar a mi túnel del amor, temblé por el
descomunal tamaño conforme él empezaba a penetrarme.
Empujó
solo un poco, introduciendo unos centímetros el gordo glande, yo
lloraba de placer, mientras él enterraba lentamente su terrible
pija, metiendo dos centímetros y sacando uno cada vez, hasta que mi
maltrecha conchita no pudo alojar más carne. Juro que me encontraba
en en el paraíso, percibiendo como esa punzante verga ensanchaba las
paredes de mi vagina.
Cuando
comenzó con el mete-saca, apoyó mis piernas en sus hombros para
mantenerlas lo más abiertas posible y tener libre acceso en sus
embates. Cuando levanté mi cabeza, quedé impactada, aún quedaban
unos centímetros fuera y su glande golpeaba mi útero.
La
vista se me nubló, perdiendo mi último atisbo de aguante cuando la
gruesa estaca comenzó a empalárme salvajemente y al mismo tiempo se
sentía delicioso el balanceo de su cuerpo sobre el mío, como un
péndulo. Un fuerte orgasmo estremeció mi cuerpo, fue tan fuerte que
perdí la conciencia unos momentos, cuando me recuperé, Rodrigo
seguía bombeando haciéndome levantar bien el culo de la cama con
cada vergazo, para que no me sea tan duro, elevé mi pelvis para
facilitarle las penetraciones y no salir tan rota.
Coger
con Rodrigo era sentir que me desvirgaban de nuevo, el dolor se
mezclaba con el placer, era un amante increíble, de mucho aguante,
llevaba casi una hora metiéndomela sin correrse. Mis orgasmos se
reproducían y mis gemidos se convirtieron en gritos, estoy segura
que los chusmas de mis vecinos pudieron escucharlos.
De
pronto mi cuerpo conspiró en mi contra, empujando mi concha
destrozada contra él al tiempo que mis múltiples orgasmos se
juntaron en uno solo pero gigante. Las penetraciones cesaron su
velocidad pero fueron más profundas, recibía fuertes golpes de pija
en mi cérvix, era como si él quisiera que nuestros pubis se
juntasen.
- ¡Ayyy!.. me dueleeeeeee... no tan fuerte... calmate un poco...
Protesté,
pero una oleada de placer me doblegó cuando lanzó fuertes chorros
de esperma en mi interior, logrando que yo también estallara en el
orgasmo más recordado de mi vida. Pude sentir los
lechazos forzando la entrada a mi útero.
Siempre
después de coger con Ezequiel mi agujero se cierra, pero con Rodrigo
mi vagina quedó abierta, al principio, cuando bajé mi pelvis,
apenas cayó algo de semen, unos momentos más tarde, hilos de
esperma salían de mi concha manchando el cubrecama, introducí dos
dedos y los saqué empapados de pegajosa esencia de hombre.
Asombrosamente
la verga no había perdido toda su erección y a modo de cuchara, con
el glande juntó todo el semen y suavemente me penetró nuevamente
Me
atormenté cuando caí en la realidad y recordé que estaba en la
cima de mi fertilidad y las altísimas probabilidades de haber
quedado inseminada por esa maravillosa pija lechera.
- ¿Qué te pasa preciosa? ¿Te arrepentiste? ¿Estás cansada?
Me
preguntaba sin dejar de cogerme, pero en esta oportunidad a un ritmo
calcino, estaba enamorada de esta verga, por fin
tendría el bebé que estuve buscando con ansias estos dos años,
pero el padre no sería Ezequiel.
Cada
pijazo pinchaba los pensamientos cargados de culpas y miedos, mi
concha ardía de la ardua faena recibida, era un hombre con todas las
letras, su vigorosa herramienta cargaba mi cuerpo de lujuria con cada
embestida, era lascivo y hermoso tener dentro esa verga atroz,
potente y sobre todo prohibida rompiendo lo que alguna vez fue solo
para mi marido.
Me
era imposible no compararlo con mi esposo, quién con suerte cada vez
que me hacía el amor, lograba arrancarme un orgasmo, en cambio con
Rodrigo me descubrí multiorgásmica.
Ya
sin fuerzas, mi cuerpo se entregaba inerte al intruso que lo invadía,
luego de cuarenta y cinco minutos sin parar las arremetidas se
hicieron más duras, clara señal que se estaba por venir:
- Por favor esta vez no vacíes tus huevos dentro mío, ahhhhhh... afuera hacelo...
- Si no la querés en la concha entregame el culo...
- ¿Sos loco? Nunca lo hice por ahí... si querés acabame en la cara...
Un
poderoso orgasmo se estaba formando en mis tripas y en cuestión de
segundos explotaría, acompañando la eyaculación de mi amante.
en
la boca de mi estómago se estaba formando otro ya sentía forjarse
en mi estómago un segundo orgasmo rápidamente. ¡Me iba a venir
nuevamente! El empuje de Esteban se hizo más frecuente y me di
cuenta de que él estaba a punto de venirse también.
- ¡Grrrrrrrrrr!.. Ughhhhhhhhh...
Dijo
Rodrigo, y con una ruda embestida se desplomó sobre mí con todo el
peso de su cuerpo, motivando que su riguroso glande chocara contra mi
cuello uterino, permaneció quieto, traté de escaparme cuando lanzó
sus chorros de semen en mis entrañas, el muy hijo de puta no la
sacó.
- Me dijiste que acabarías afueraaahh... noooo... es mucha leche... -dije entre lágrimas-
No
solamente me llenó de esperma la concha, también de sentimientos
encontrados la cabeza: de odio y amor, de éxtasis y terror, quería
que se quedará ahí para siempre y echarlo.
Cuando
Ezequiel eyacula a veces ni me doy cuenta en cambio con su ex amigo,
sentía su pecaminosa caliente leche lanzada con fuerza inundar mi
útero, como si se tratase de una ducha vaginal.
Rodrigo
preso de un orgasmo feroz, apretó mis opulosos glúteos, empujándose
con más intensidad contra mí, eso lo sentí de maravillas, le
respondí con otro orgasmo y rodeando su cintura con mis piernas,
apoyando mis talones en sus nalgas, pegando mi pelvis contra la de
él, jalándolo para que estuviera más dentro mío, como si fuera un
apareamiento animal, él me mordía una teta, marcando a su hembra.
En
ese momento, mi esposo dejó de existir, unicamente me importaba el
placer que empezaba entre mis piernas y colmaba de éxtasis todo mi
ser. Era tanto el caudal de leche en mi interior, que aún con su
verga dentro mío, escapaba de mi concha y escurría por la raja del
culo hasta mojarme el ano, nunca tuve tanta. Mientras los espasmos
sexuales atenuaban su intensidad, mi semental me seguía penetrando
con su verga venosa palpitante y podía sentir su tibia descarga
corriendo por mi útero buscando mis ovarios.
Permanecimos
acostados besándonos y prodigándonos caricias varios minutos.
Cuando
Rodrigo se levantó a mear, caí a la realidad y lloré como una
niña, a su regreso, me miró y yo le dije:
- ¿Qué hice?.. ¿Sos realmente consciente de lo que acabamos de hacer? Vos no sos mi esposo ¿Qué voy hacer si quedo embarazada?.. ¿Qué le digo a él?
Al
tiempo que le recriminaba, su simiente fluía de mi irritada e
hinchada vagina.
Rodrigo
se acercó, parándose frente a mí, quedando su semi erecta pija a
la altura de mi cara, me abrazó con ternura contra su cuerpo y a
pesar que esa no era su intención, acercó más mi cara a su verga.
- Fla me gustaría decir que lo siento pero no es verdad, desde el día que te conocí quise tenerte a mi lado... desde que te casaste nunca pensé que pudiera llegar a tener chance de cogerte... me sentiría orgulloso si tuvieras un hijo mío y no del hijo de puta de tu esposo, que no te merece... ojalá algún día te des cuenta lo basura que es y quieras estar a mi lado... yo estaré esperándote...
Las
palabras de Rodrigo hicieron que me sienta furiosa con Ezequiel, de
alguna manera lo hice responsable de empujarme a los brazos de su
enemigo. Lo hecho estaba hecho, era demasiado tarde para lágrimas y
recriminaciones. Tendría que ser un secreto, pues no me imaginaba
decirle a mi marido:
- Hola Ezequiel, me alegró que llegarás a casa... por cierto, tu ex amigo, ese que odias tanto, pasó por casa un momento y me embarazó... ¿Te sirvo la comida o ya cenaste?
Me
sentía una puta, pero Ezequiel fue el causante, él sabia de mis
ganas de tener un bebé, ¿Cómo es posible que me dejara sola en la
noche señala? ¿O es acaso que a él no le interesaba la idea de ser
padre? Si de alguien es la responsabilidad de que mis fértiles
ovarios nadasen en los ríos de semen de su enemigo, no es mía... o
al menos enteramente mía, mi esposo es el principal culpable.
Mientras
pensaba en la burla del destino, me di cuenta de que mis labios
envolvían la verga del futuro padre de mi hijo, disfrutando de su
sabor salado y era una sensación exquisita tenerla otra vez en mi
boca, a pesar de los dos polvos la tenía como un burro, más linda
que nunca, mi esposo en su puta vida se recuperó tan rápido.
Él
se acostó arria mío, me besó de lengua y mientras ubicaba la
cabeza de su pija en mi ya abierta concha, pellizcó mis carnosos
pezones, permití que me cogiera una vez más y cuando empezó a
embestirme con dureza, como asegurándose de no haber dejado nada
sano en ella, mi cuerpo volvía a responder rodeándolo con mis
piernas.
¿Coger
con otro se sentiría igual de bien o sólo con él?
A
pesar de estar muy agitada por todo lo que hicimos, me excitaba ser
infiel, él me estaba dando exactamente lo que yo necesitaba y me
sentía en otro mundo, mi pelvis empezó nuevamente a salir al
encuentro de cada uno de sus pijazos. Él me besaba quitándome la
respiración, lo abracé arañándole la espalda y empezamos a coger
de una forma muy lenta y profunda, podría decirse románticamente,
tuve varios pequeños orgasmos que parecían correr al mismo tiempo,
Rodrigo se sujetaba de los barrotes de la cama para clavarme bien
profundo yo no me pude contener y levantando mi cabeza y empecé a
succionar uno de sus pezones como él lo hizo con los míos.
Su
infatigable verga estaba nuevamente llenándome completamente y
estirando mi concha hasta sus límites, algo que mi esposo nunca
sería capaz de hacer, logrando que eliminara todo pensamiento que no
se refiriera a ese pistón de carne que entraba y salía de mi
chorreante vagina. Luego de un rato largo me dijo:
- Estoy por acabar... aghhhhhh... ¿Querés que lo haga afuera?
En
el improbable caso que no me haya preñado ya, debía detenerlo esta
vez, no podía ser tan estúpida de permitirle que me engañara otra
nuevamente. Pero me penetraba tan rico que no tenía fuerzas ni ganas
de detenerlo.
Al
tiempo que un orgasmo se creaba en mi interior le supliqué:
- Nooo... papito por favor vaciá tus huevos dentro mío... siiiiii... quiero sentirte de nuevo... ahhhhh... mi macho... que lindaaah que es tu lecheee...
Hasta
el día de hoy me sorprende mi respuesta, pero él cuando la escuchó
sonrió, me besó con pasión y retomó a un ritmo acelerado, a los
pocos minutos se tensó y lo sentí eyacular una increíble carga de
esperma dentro de mí, mientras yo empujaba mi conchita contra él
para enfrentar cada uno de sus salvajes embestidas. Percibí con
claridad cada chorro caliente golpeando mi cérvix, lo que me
desencadenó otro profundo orgasmo entretanto su semen llegaba a mi
útero.
Fue
tan sobrenatural que me maree, gemí y me abracé a él para no
caerme de la cama, hasta mis pezones ardían. Fue muy morboso pensar
que estaba permitiéndole intencionalmente a otro hombre embarazarme,
era la mayor traición que podía hacer una adultera esposa a un
marido, eso me calentaba tremendamente, aumentando la intensidad de
mi orgasmo.
Cuando
él por fin se quitó de encima mío sacando su gorda verga de mi
hinchada y enrojecida vagina, con mucha lentitud me incorporé, me
dolía a horrores mi entrepiernas, mi babydoll estaba hecho una
porquería, con manchones de esperma por todos lados, mis pechos
estaban cubiertos de moretones por su intenso succionamiento, pero lo
que más me asombraba era el río de leche que emanaba de mi
agujereada matriz, la sábana estaba empapada y en algunos lugares de
la cama se formaron literalmente charcos.
Mientras
Rodrigo se vestía, puse debajo de mi culo una almohada para elevar
mi útero, quería mantener sus espermatozoides dentro de mí el
mayor tiempo posible.
- Me dejaste tan abierta la concha que no sé si volveré a sentir el pitito de mi marido cuando me lo meta...
Él
rió con mis palabras y me respondió guiñándome un ojo y
sacudiendo de arriba a abajo su morcillona pija:
- Si no podes, ya sabes donde encontrarme jajajaja... y si quedas embarazada ese será nuestro secreto...
Antes
de irse me besó suavemente los labios, me moría de ganas para
arreglar otro encuentro, pero mi cuerpo no estaba en condiciones de
otra batalla sexual próximamente. Luego de media hora me paré y me
tambaleé al caminar mientras me escurría semen por el interior de
los muslos, nunca había visto algo como esto.
El
cornudo estaría por llegar, necesitaba arreglar con prisa semejante
desorden, di vuelta el colchón por lo mojado que estaba, cambié las
sábanas, y eché bastante desodorante de ambiente, hasta casi vaciar
el recipiente, acto siguiente, me metí a la ducha, no podía ni
tocarme la concha de tanto que me dolía, no era normal que tuviera
esa abertura, quizás debería ir al ginecólogo ¿Pero como se lo
explicaría? ¿Le diría que accidentalmente me caí con las piernas
abiertas en un matafuegos familiar que por casualidad estaba en el
piso? De todas formas no había tiempo, me sequé como pude y me
vestí con un camisón blanco de raso, largo hasta mis tobillos
Me
metí a la cama, sintiéndome perversa, mi calentura no había bajado
en lo absoluto, con la yema de un dedo con mucha delicadeza empecé a
delinear el contorno de mi destrozada concha por arriba del camisón,
justo en ese instante llegó mi marido, entendí que lo mejor era
hacerme la dormida, él tal vez por miedo a una pelea decidió no
despertarme y sin hacer ruido se acostó a mi lado. Me aterraba la
posibilidad que él pudiera percibir algún olor a sexo, al tiempo
que trataba conciliar el sueño, noté que de mi concha emanaban
algunas gotas de semen, casi me rio con la grata sorpresa.
Al
otro día Ezequiel me trajo el desayuno a la cama, comí en silencio,
me pidió disculpas, me besó y acariciando mi vientre intentó
cumplir con lo que no pudo la noche anterior y Rodrigo hizo
fantásticamente, lo rechacé, le dije que no me sentía bien, no
quería que me tocara hasta que mi abertura vaginal se achicara. Días
más tarde cuando el evatest dio positivo, me vi obligada a tener
relaciones sexuales con mi esposo, verdaderamente fue como ver el
programa religioso de tv que dan a la medianoche, fue algo desabrido
y aburrido, no me provocó placer en lo absoluto.
Pasó
como dos semanas hasta que le conté a Ezequiel que estaba
embarazada, él sollozando se arrodilló y me besó la panza, sin
imaginar que el bebé de mis entrañas fue fecundado con la abundante
leche de Rodrigo.
Yo
me preguntaba que pasaría cuando volviera a encontrarme con el padre
de mi futuro bebé, y los hechos superaron ampliamente a mi afiebrada
imaginación, pero eso ya es otra historia.
RECUERDEN
COMENTAR CADA RELATO de esta forma sabemos que valoran nuestro
trabajo y nos motivan a seguir escribiendo. Creemos en la comunión
Escritor - Lector, ambos somos uno, y uno sin el otro está solo.
Espero la continuacion.
ResponderBorrarMuy bien relato, ojalá y la puedas continuar
ResponderBorrarSegunda parte por favor
ResponderBorrarEsto debe tener una segunda parte.
ResponderBorrarME HE QUEDADO HASTA TARDE LEYENDO TU RELATO, ESTUBO BUENISIMO, LA SOLA IDEA DE INFIDELIDAD CON TU ENEMIGO ES MUY MORBOSO, ME HUBIERA GUSTADO QUE EXPLORARAS MAS EL DESARROLLO DEL EMBARAZO, TAL VEZ UN ENCUENTRO INFIEL CON LA MUJER TENIENDO UNA PANZITA Y CON LOS SENOS REBOSANTES DE LECHE. te dejo mi email. edueduardov@gmail.com
ResponderBorrarLo vuelvo a leer una y otra vez
ResponderBorrarIncreíble relato