Hola, me llamo Néstor, y hace ya unos 3 tres años que me sucedió lo que ahora
voy a contarles.
Yo vivía en una familia normal, era hijo único, mis padres se querían y todo nos
iba bien, hasta que de pronto, mi padre sufrió un cáncer y a causa de esta grave
enfermedad tuvo que estar ingresado unos 3 meses. Los meses sin mi padre fueron
muy duros tanto para mí como para mi madre.
Después de estos 3 meses, ya nada volvió a ser igual. La relación entre mis
padres empezó a empeorar, mi padre había das que no dormía en casa, y cada día
mi madre estaba más triste.
Mi madre se llama Irene, tiene 36 años (me tuvo a los 18). Es una mujer muy bien
cuidada, con un cuerpo esbelto y muy buena figura. Buenos senos, y un culo de
infarto, auque a mi es nunca me había atraído.
Yo, de bien pequeño, siempre me estiraba en el mismo sofá que ella mientras
mirábamos la tele después de comer, y mi padre ocupaba un viejo sillón que nos
regaló mi abuelo por navidades.
Siempre he tenido una obsesión por las media, y de pequeño solía hacerle masajes
a mi madre por todas las piernas (ella dormía con un camisón, las medias y unas
finitas bragas). Ella nunca le dio importancia, puesto que era un juego
infantil, por lo que al yo ir creciendo seguí con esa práctica que a mi tanto me
gustaba.
Todo empezó cuando yo tenía 18 años, en el que un día, al masajearle las piernas
de cómo de costumbre, noté una importante erección. Hasta ahora nunca me habían
excitado esas piernas, con esas medias suaves, y fue a partir de ese día que
empezaron mis fantasías con mi madre.
A partir de ese día, me quedaba mirando la tele hasta que mi madre y mi padre
(si estaba en casa) se dormían, y entonces empezaba un masaje por todas sus
medias, con especial énfasis en los pies, que tanto me gustan. Día a día esos
masajes se fueron haciendo más intensos, y hasta me atrevía a hacerlos aunque mi
madre estuviera despierta. A ella le relajaban las piernas, muy cansadas de toda
una jornada de trabajo, y a mi me excitaban muchísimo.
Un día en que ella ya dormía, me percaté de que tenía las piernas ligeramente
abiertas, fue en ese preciso instante en que crucé la línea que separa las
fantasías de la realidad. Le podía ver perfectamente sus braguitas, blancas, y
un coño totalmente rasurado. Mi madre siempre ha sido muy coqueta, pero nunca
imaginé que se rasurase su preciosa concha. Tuve muchísimas tentaciones de
tocarle, pero mi padre estaba esa noche en casa y no me atreví a nada más.
A partir de ese día yo esperaba con ansias otra oportunidad en que mi madre se
quedara dormida abierta de patas, pero mientras tanto mis masajes iban subiendo
por sus piernas, y llegaban casi a su culo.
Al fin llegó mi oportunidad, allí estaba otra vez, abierta de patas, y mi padre
esa noche no dormía en casa, por lo que intente tocarle allí donde nunca antes
había llegado. Todo iba de maravilla, hasta que al tocarle la vulva, mi madre se
despertó. Se quedo muy sorprendida de que mi mano estuviera por esa zona de su
cuerpo, y casi al instante empezó a poner su cara mas amarga. Si no daba una
explicación rápidamente, me iba a caer la de Dios, a si que le dije que
simplemente le quería bajar el camisón, que se le había subido demasiado, y se
le veían sus partes más íntimas.
Mi madre no dijo nada, y creo que se creyó mi mentira, pero a partir de ese día
se me fue de la cabeza la idea de tocarle más su vulva, así que me tuve que
conformar con los masajes.
Un día, yo proseguía con mi masaje diario, el pie de mi madre me toco el pene,
totalmente erecto, y se me ocurrió la mejor idea que había tenido hasta el
momento. Me saque la polla de mi bóxer y la empecé a frotar con su pie. Nunca
había estado tan excitado, así que agarré el otro pie y me empecé a masturbar
con los pis de mi madre.
Cada día que podía y que no estaba mi padre en casa me empezaba a masturbar con
los pies de mi madre, mientras sin ninguna impunidad le tocaba su hermoso
trasero.
Cierto día, ya cansado de la paja con los pies de mi madre, me levanté y le
empecé a pasar la polla por sus senos y cara, hasta que me paré en los labios.
Rocé con el capullo sus labios, y lentamente y con mucho cuidado de no
despertarla empecé a introducirle la punta de mi miembro en su boca. A la que
veía que se empezaba a despertar paraba, y cuando volvía a estar dormida,
seguía.
Siempre iba con cuidado de no correrme dentro de su boca, hasta que un día pasó.
Ella se despertó al instante, y se quedo más que sorprendida de la situación. Yo
estaba de rodillas, junto a su cara, con mi polla en su boca, y su boca llena de
semen. Ella se atragantó y rápidamente escupió todo el semen que no se había
tragado involuntariamente.
Yo estaba convencido de que ella se lo contaría a papa y él me echaría de casa,
pero mi sorpresa fue cundo, al ella acabarse de limpiar, me dio:
- hacía mucho tiempo que nadie se terminaba en mi boca, ya había olvidado el
gusto del semen.
Yo me quedé atónito, y mi madre, al ver mi cara, me dijo:
- que creías, que no sabía que cada día te masturbas con mis pies o me metes
tu enorme polla en tu boca?
Eso ya acabo de sorprenderme, no me lo podía creer, mi madre sabía que yo me
masturbaba con ella y nunca dijo nada. Yo, después de un silencio incómodo, le
pregunté:
- porque nunca me dijiste que lo sabías, y porque no me decías que parara?
Ella me respondió que a ella le excitaba muchísimo, y cuando se iba a la cama
siempre se masturbaba pensado en ese momento, así que yo ya empecé a ver que mi
madre estaba muy necesitada de sexo y que follaría hasta con su hijo.
Conociendo su situación desesperada le empecé a insinuar que lo que más me
gustaría sería utilizar ese agujero que ella nunca me dejó tocar.
Ahora era ella la sorprendida, y antes de que ella pudiera decir nada me
abalancé sobre ella y le bajé las bragas. Allí estaba frente mío ese precioso
coño, depilado, y pidiéndome a gritos que le diera un poco de marcha.
Primero le hice una sabrosa lamida general, da abajo hacia arriba, parándome en
su clítoris, que notaba cómo se iba hinchando por momentos. Mi madre no tardó en
ponerse cachonda, y mi saliva se empezó a mezclar con sus jugos vaginales.
Ya podía oír como ella iba dejando ir pequeños gemidos de placer, así que le
introduce uno de mis dedos, mientras yo seguía lamiendo esa preciosa concha.
Primero solamente introduje un dedo, después dos, y finalmente tres, hasta que
se corrió y grito como no había oído a nadie gritar de placer.
Ahora el terreno ya estaba abierto, así que sin darle tiempo a recuperarse
introduje mi miembro de un golpe. Su interior estaba calentito y empecé a
empujar con más fuerza, primero poco a poco, después con más ahínco, hasta que,
al cabo de 10 minutos, nos fundimos en un maravilloso orgasmo que aún hoy
recuerdo.
Yo pensaba que la noche ya se habría acabado, y empezaba a preguntarme las
consecuencias de mis actos. Mientras me duchaba, preparándome para ir a la cama,
mi madre entro en el baño. Aún llevaba el camisón, todo manchado de sus fluidos
y restos de mi semen, y me dijo que parase un momento, que ella no había quedado
del todo satisfecha. Yo estaba atónito, no solo había mantenido relaciones con
mi madre, sino que ella quería más y más.
De repente se quitó el camisón, dejando ver sus hermosos pechos que yo aún no
había visto, y se introdujo con migo en la ducha. Apoyó su pie derecho en una
pared, y cogiéndome con brusquedad por el hombro me hizo arrodillar y me pidió
que volviese a lamer todo el coño, que mi padre nunca le había dado placer oral.
Vista mi situación, empecé a hacer lo único que podía hacer en esa situación,
así que empecé a lamerle el coño a mi madre. Ella encendió la ducha, y empezó a
enjabonarse todo el cuerpo. Yo empecé a introducir mis dedos en su vulva ya
dilatada, y ella empezó otra vez a gemir de placer.
Antes de que ella terminase me mando levantarme. Allí estaba yo, delante de mi
madre, toda ella enjabonada, con mi polla a mil y en mi boca aún sus flujos.
Empecé a sobarle los senos, y ella empezó a masturbarme. Yo le susurraba al oído
que lo hacía mejor cuando estaba despierta que cuando dormía, cosa que la incitó
a meterse todo mi miembro en su boca, y a empezar a lamer a una gran velocidad.
Me corrí dentro de su boca, esta vez se lo tragó todo, y entonces se levantó y
me pidió que le diera por el culo, que papa tampoco nunca se lo había hecho y
que tenía muchas ganas, así que se puso con la cabeza pegada al suelo de la
ducha, y con las manos aún jabonosas se empezó a separar las nalgas del culo.
Como era su primera vez cogí un poco de jabón e introduje un dedo en ese hermoso
ano, luego dos, y al final tres. Ella gemía como antes, y yo le metí toda la
polla de golpe dentro de su estrecho ano. Aunque ya había dilatado con los
dedos, ella gritó de dolor, pero a medida que iba empujando cada vez más, y cada
vez con más fuerza, sus gemidos de dolor se transformaron en ahogados gritos de
placer, placer incontrolado que le producía mi miembro dentro de su recto.
Podía ver como ella no paraba de masturbarse. Ella se corrió un par de veces,
hasta que y me vine dentro de su ano, descargué toda mi leche, y ella seguía
masturbándose.
Creo que no se dio ni cuneta que saque mi polla, ya flácida, de su ano, mi madre
estaba como poseída por un instinto sexual que jamás había visto, y parecía
querer recuperar todo el sexo que papa nunca le había dado en una noche.
Tuve que sacar a rastras a mi madre de la bañera, la sequé, le puse el
camisón y la acosté en su cama. Ella calló rendida, mientras que yo me pase casi
toda la noche en vela pensando en las consecuencias que podría tener mis actos
aquella noche.
A la mañana siguiente, al despertarme, vi a mi madre en el sofá de casa con
una amiga suya. Era sábado, y los sábados ella acostumbraba a traer amigas a
casa, para no sentirse tan sola.
La sorpresa fue que mientras yo me preparaba mi café pude oír como mi madre le
estaba contando todo lo sucedido la noche anterior a su amiga. Le estaba
incitando a quedarse esa noche para probarme!
Yo me quede atónito, mi madre estaba convenciendo a una amiga suya para que
tuviera relaciones sexuales conmigo, eso era inconcebible, pero esa, amigos
míos, es otra historia y será contada en otro relato.
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